lunes, 8 de marzo de 2010

28.- Las crisis biológicas: hipótesis del meteorito (III)


Un meteorito gigantesco habría chocado con la Tierra.

Las crisis biológicas sufridas mencionadas a lo largo de los capítulos precedentes, a finales del Or­dovícico, del Pérmico y de Cretáceo, representa cada una de ellas un tipo de suceso capaz de plantear serios problemas a la biosfera.
A finales del Ordovícico, encon­tramos pruebas geológicas de un enfriamiento del clima, y todo indica que gran parte del planeta que­dó cubierto por enormes casquetes de hielo y al descender el nivel del mar, las plataformas continentales quedaron al descubierto.
Este descenso del nivel del mar afectó a la circulación de las co­rrientes óceanicas y muchas cuencas, al quedar aisladas, se hicieron fuertemente anóxicas, haciendo imposible la vida en extensas áreas marinas del principio del Silúrico.
Como no fue un proceso rápido la glaciación Ordovícica, muchas especies pudieron adaptarse a sus desapacibles condiciones ambien­tales. Actualmente, una glaciación como la Ordovícica cubriría de hielo casi todas las tierras emergidas, quedando los humanos restringi­dos a una pequeña banda a ambos lados del ecuador. La mayor parte de los yacimientos carboníferos quedaría enterrada bajo cientos de metros de hielo, quedando también ese recurso anulado para entrar en calor. Es posible que la civilización so­breviviera, pero sería realmente duro y largo, ya que una glaciación dura muchos miles e incluso millo­nes de años.
La crisis biológica del Pérmico hace 225 millones de años consis­tió en una acción erosiva increíble­mente intensa, extensa y prolonga­da. Corresponde, sin duda, a una prolongada época de absoluta de­sertización. Aquellas condiciones, establecidas prácticamente en toda la tierra emergida, provocaron la extinción de muchas especies ani­males y vegetales. Esta situación de calamidad, peor que la glaciación Ordovícica se prolongó hasta bien entrado el Triásico, durando estas tremendas condiciones unos 15 millones de años.
Durante el resto del Mesozoico, la situación se hizo mas benigna y la vegetación tropical lo colonizó todo de nuevo hasta la crisis del final de Cretáceo.
Los geólogos buscaron numero­sas explicaciones a este suceso. Sólo, tras muchos años de estudio, equipos multidisciplinares, encon­traron arcilla estéril con una canti­dad increíblemente alta de iridio y osmio entre los estratos correspon­dientes al Cretéceo y al Paleoceno.
Junto a estos elementos se en­contró, también una abundancia anómala de elementos como plati­no, oro, níquel cobalto, renio y pa­ladio. Todos estos elementos, tan abundantes en ese estrato arcilloso tienen una cosa en común: son muy escasos en la corteza terrestre, pero abundantes en los meteoritos y en el polvo que flota en el sistema solar. Esa delga­da capa se deposito sabre la super­ficie de la tierra en un intervalo de tiempo de menos de 500.000 años, muy probablemente sólo en unos miles de años.

Fotografía perteneciente al contenedor de imagenes de Google.
Código: 1469061138-640x640.jpg

La única solución plausible es que a finales del Cretáceo un me­teorito gigantesco había chocado con la Tierra y los restos del meteo­rito tras formidable choque, fueron esparcidos por todo el mundo formando esa delgada y extensísima capa de polvo, la arcilla del contac­to Cretáceo-Paleoceno. EI diámetro del meteorito seria de unos 12.000 metros y la velocidad de choque fue de unos 20.000 metros por segundo. La energía liberada en se­mejante impacto equivale a unos 5.000 millones de megatones (suponiendo que la bomba de Naga­saki fuera de un megatón) o, lo que es lo mismo, 1.000 veces el arsenal nuclear total de la humanidad. El impacto probablemente fue en el mar y una explosión 100.000 veces mas potente que la del Kra­katoa, al este de Java, produciría en primer lugar, una cantidad de agua instantánea vaporizada y lanzada a la atmósfera que terminaría por caer en forma de lluvia de unos 6.000 litros por metros cuadrado al día durante unos dos meses de forma continua o, peor aún, en for­ma de nieve equivalente a unos 50 metros de nieve al día durante el mismo tiempo. En segundo lugar, el cloruro sódico del agua del mar se disociaría y varios millones de toneladas de cloro activo y gran parte del océano se convertirla en pura lejía, un caldo perfecto para no dejar rastro de vida en la zona y, tercero, el más importante, el polvo en que se habría convertido el meteorito y parte del fondo del océano y que, al depositarse, formaría la ar­cilla de la que se parte en esta teo­ría, oscurecería el cielo durante mu­chos meses, interrumpiendo la fo­tosíntesis y provocando un largo, oscuro y frío invierno, (termino uti­lizado hoy en día como invierno nuclear).
Por ultimo, durante su en­trada en la atmósfera, el rozamiento del meteorito con ella en sólo dos segundos produciría una bola de fuego mas brillante que el sol y de temperatura suficiente para provo­car incendios gigantescos a escala planetaria antes de que se apagaran can la lluvia torrencial. EI CO2 pro­cedente de los incendios y el NO2 producto de las reacciones del agua del mar, provocarían lluvias de ácido sulfúrico diluído y los or­ganismos de concha calcárea no pudieron soportar estas condicio­nes y se extinguieron.
Recientes estudios indican que algo similar pudo ocurrir en el Jurásico, cuando los dinosaurios dominaban la tierra, pero los estudiosos del tema no coinciden con una extinción masi­va. Últimamente, perece ser, que la cicatriz gigantesca dejada por el meteorito tras caer sobre la Tierra, no fue en el mar como se creía en un principio. La evidencia directa se encontro al principio de los noventa, al localizar un enorme cráter enterrado, de cerca de 200 Km. de diámetro, situado en Chicxulub, al norte de la península del Yucatán, en Méjico. Dicho crá­ter no es de origen volcánico; se abrió por efecto de una formida­ble colisión y su aparición tuvo lugar exactamente en la fecha en que los dinosaurios se extinguie­ron. Las dimensiones del cráter, coinciden con las calculadas.
No es ciencia-ficción. Los cho­ques cósmicos se producen con re­lativa frecuencia en nuestro siste­ma. Se tiene constancia de que ha ocurrido antes. Entre Marte y Júpi­ter, por ejemplo, existe Un cinturón de asteroides que, según los astrónomos, son los restos de un planeta destruido por una gigantesca coli­sión.
Terminamos indicando que, la especie humana, la única sobreviviente en la línea de los homínidos de los primates antropoi­des, ha evolucionado y llegado a dominar el mundo vivo en un pe­riodo de menos de un millón de años. Los dinosaurios tuvieron una posición comparable a la del hom­bre durante 100 millones de años y después se extinguieron.
A muchos nos gustaría pensar que el reinado del hombre sobre la Tierra será eterno. Sin embargo, la permanencia, aun cuando se mida en miles en vez de millones de años, depende de un equilibrio ecológico que de por resultado una estabilidad general.

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